
El caballo (Equus ferus caballus)[1] [2] es un mamífero perisodáctilo de la familia de los équidos, herbívoro, cuadrúpedo y de cuello largo y arqueado.
A la hembra del caballo se le llama yegua y a las crías, potros o potrillos si son machos y potrancas si son hembras. La cría y utilización del caballo por parte del hombre se conoce como ganadería equina o caballar, y su domesticación se remonta 9.000 años atrás en la península arábiga.[3]El término latino para denominar al caballo era equus,[4] mientras caballus, que derivó en la palabra «caballo», es un término del latín tardío, posiblemente de origen celta, que significa «caballo castrado».[5] [4] «Yegua» procede del femenino de equus, «equa».[4] A los animales jóvenes en general se les denominaba pullus, textualmente «pollos», que originó una palabra en griego pulliter, pullitri que derivaría en «potro» o «potrillo».
La evolución del caballo puede seguirse a través del registro fósil hasta llegar a Hyracotherium (también llamado Eohippus), un pequeño mamífero herbívoro que vivió durante el Eoceno, hace 55 millones de años, en América del Norte. Se supone que de él descienden todos los équidos posteriores, incluido el género Equus. Hyracotherium tenía un tamaño que oscilaba entre los 20 y los 40 cm de altura, con cuatro dedos en las extremidades anteriores y tres en las posteriores terminando cada uno en una uña (no en un casco, como las especies actuales).[6] A primera vista era similar a un perro pequeño.
La evolución posterior de Hyracotherium le hizo aumentar su altura hasta los 115 cm y perder sus dedos hasta hacerse monodáctilo, es decir, con un solo dedo. Poco a poco, su único dedo se endurecería mediante mutaciones, hasta desarrollar cascos que les permitían huir de los depredadores